El síntoma más problemático es la obsesión, esos recuerdos de vivencias en que mi padre, mi madre, otros miembros de mi familia, conocidos, maestros, compañeros de las diferentes etapas de mi educación, compañeros de trabajo, desconocidos, etc., me agredieron sin que yo diera el menor motivo. Los efectos de eso fueron diversos, pero cuando los agresores fueron narcisistas malignos (mi padre psicópata; un compañero de la universidad megalómano; el psicópata que me acosó laboralmente durante cuatro años en esa empresa farmacéutica) las consecuencias fueron de tal magnitud que dieron lugar al tipo de enfrentamientos en que el derrotado puede acabar muerto. Ese síntoma tan lesivo, la obsesión, es acompañado por el resentimiento, que complica mi cotidianidad, dificulta en extremo disfrutar de lo favorable que hay en mi existencia: mi buena salud física, mi interés en el conocimiento y la cultura —literatura y música clásica y del periodo Barroco— y la motivación para intentar algún ...