El síntoma más problemático es la obsesión, esos
recuerdos de vivencias en que mi padre, mi madre, otros miembros de mi familia,
conocidos, maestros, compañeros de las diferentes etapas de mi educación,
compañeros de trabajo, desconocidos, etc., me agredieron sin que yo diera el
menor motivo. Los efectos de eso fueron diversos, pero cuando los agresores
fueron narcisistas malignos (mi padre psicópata; un compañero de la universidad
megalómano; el psicópata que me acosó laboralmente durante cuatro años en esa
empresa farmacéutica) las consecuencias fueron de tal magnitud que dieron lugar
al tipo de enfrentamientos en que el derrotado puede acabar muerto.
Ese síntoma tan
lesivo, la obsesión, es acompañado por el resentimiento, que complica mi
cotidianidad, dificulta en extremo disfrutar de lo favorable que hay en mi
existencia: mi buena salud física, mi interés en el conocimiento y la cultura —literatura
y música clásica y del periodo Barroco— y la motivación para intentar algún
tipo de creación literaria, convertirme en escritor.
¿Cómo enfrentar el
problema, suprimir esa sintomatología que resulta tan lesiva?
He leído y releído
parte de la obra de uno de los hombres más grandes de la historia, Erich Fromm,
uno de los padres del psicoanálisis, en que describe la naturaleza humana, la ciencia del hombre, sus
potencialidades y su destructividad.
Esto último (la
destructividad humana) me ha permitido comprender e identificar esos
componentes a los que Fromm llamaba “el síndrome de decadencia”, a saber: el
narcisismo (individual y de grupo), la necrofilia (amor a la muerte) y los
vínculos incestuosos.
Me limitaré al
primero de esos componentes de ese síndrome
de decadencia, el narcisismo patológico.
Mi padre era un
narcisista maligno, un psicópata. Su ocupación de tiempo completo era hacerme
parecer el individuo más tonto e incapaz de concebir los raciocinios más
elementales que haya existido en toda la historia, desde que el homo sapiens es
eso, homo sapiens.
Cada cosa que yo
decía era una estupidez incalificable, mi discurso se componía de sandeces
inconcebibles, etc. Así, ese narcisista maligno (y valiéndose de muchas otras
técnicas de violencia) destruyó mi salud mental y así se inoculó esa obsesión que
ha dominado mi existencia. No he sido capaz de evitar pensar una y otra vez en
asuntos de mínima o nula importancia, y ese ha sido el componente más lesivo
porque esa obsesión ha dificultado o incluso imposibilitado que haga algo
productivo.
Se me ocurre que
puedo poner por escrito ese tipo de vivencias —esa agresión verbal sistemática,
de hecho una forma de vida— para usarlas más adelante en una labor creativa,
algún tipo de composición literaria.
Un megalómano que
se decía mi amigo, me odiaba (sin mucho disimulo) porque mis características
físicas (la anatomía de un deportista) le hacían cobrar conciencia (muy
dolorosa) de que su genética era (en extremo) deficiente y eso hacía de él un
individuo extremadamente débil, sufría mucho por ello y parecía incapaz de
entender que mi fortaleza física en contraposición con su debilidad no se debía
a que yo lo hubiera despojado de nada, eso es (por si hiciera falta decirlo) una
imposibilidad, un absurdo.
En un entorno
laboral en que ese megalómano fue mi jefe directo, pudo percatarse de que yo no
era menos inteligente que él (pese a que yo nunca concluí una licenciatura en
ingeniería y él sí, graduándose como uno de los mejores de su generación), lo
cual dio lugar a una lesión narcisista que derivó en una furia narcisista y por
ello me asestó un golpe a traición cuyos efectos maximizaron mis padres unos
seis meses más tarde, algo que casi destruyó mi vida.
Diecinueve años
más tarde, otro psicópata me acosó laboralmente, algo que mencioné antes y por
ello no es necesario agregar nada más.
Ese tipo de
vivencias dominan mi psiquis, y con miles de recuerdos de violencia de
diferente magnitud perpetrada en mi contra por otros individuos, me abruman y
amargan mi existencia. ¿Cómo abordar el asunto, cómo intentar suprimir esa sintomatología
tan lesiva?
Tal vez
internalizando el origen de ese rasgo destructivo del ser humano: el narcisismo
patológico.
¿Qué rasgos
caracterizan a un narciso?
Debilidad mental,
que da lugar a delirios de grandeza.
Impotencia vital,
una cobardía que se manifiesta como incapacidad para identificar las
debilidades y concebir un plan para intentar abordar el problema, al menos
intentar resolverlo.
Elegir vivir en la
fantasía, exagerar las capacidades o imaginar que se cuenta con potencialidades
de las que se carece.
Mis antagonistas
presentaron esos rasgos. Ese fue el origen de su vulnerabilidad, su
determinación inquebrantable a hacerme el mayor daño posible, lo cual nubló su
entendimiento y les impidió percatarse de que el objeto de sus ataques
sistemáticos (al que invitaron a unirse a otros débiles mentales similares a
ellos) no era inofensivo, que en algún momento repelería la agresión y las
consecuencias de ello los pondría en serio peligro.
En contraste, el
objeto de su violencia (yo, a riesgo de incurrir en pedantería) contaba con características
favorables como un cociente intelectual alto, una fortaleza que había
desarrollado al esforzarse durante muchos años para enfrentar su adversidad y
superar sus debilidades. Al repeler sus ataques de manera contundente, provocó
que acabaran aniquilados, o como mínimo arruinados.
Esa debilidad
mental, esa impotencia vital y esa cobardía que caracteriza a los individuos
que adolecen de patologías narcisistas hace de ellos seres patéticos que no
merecen mi atención; mucho menos que dilapide mi energía psíquica en remedos de
ratones emasculados.
Intentaré
internalizar estos hechos y cuando lo consiga me habré hecho de un recurso para
suprimir la obsesión, mismo que se llevará consigo el resentimiento y el odio
que me aquejan y me causan tanto dolor; cuando lo consiga, empezaré a vivir en
plenitud.
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