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Escribir para sanar

 

Transcribo párrafos del capítulo IV (cuatro) del libro Profit over people, titulado Market Democracy in a Neoliberal Order con intención de traducirlo al español. El objetivo es compenetrarme con el neoliberalismo, la peor de las manifestaciones del capitalismo de monopolio, que ejemplifica de la forma más cruda una de las ideas expresadas por Erich Fromm en su libro Tener o ser: la ambición es insania. Es posible que se trate de un concepto de la autoría de Baruch Spinoza, contenido en Ética.

La neurosis sigue dominando mi psiquis, mis pensamientos, mis estados anímicos; el gasto (desperdicio) de energía psíquica parece combinarse con la fatiga crónica que me aqueja y me inmoviliza. Pasan los días, semanas, meses, años, sin que yo sea capaz de avanzar; esa neurosis dificulta o imposibilita que vuelva a ser productivo, que me gane la vida mediante alguna actividad que no solamente me procure el dinero que necesito para vivir, sino también la satisfacción de realizar un trabajo creativo, verdaderamente productivo.

Hace algunas semanas busqué en Wikipedia en inglés la definición de neurosis, que copié en un cuaderno de forma manuscrita, para traducirla al español, con intenciones de memorizar la información y desarrollar un mecanismo mental que me permita identificar el tren de pensamientos obsesivos en cuanto aparezca, para ser capaz de detenerlo en ese momento. Se me ocurrió que puedo copiar esos párrafos (que son breves) usando la mano no dominante —en mi caso la izquierda. Al pedalear en mi bicicleta de carreras, sobre rodillos (cilindros metálicos) podría traer a mi mente esa información para asimilarla y vincular esa potente manifestación de mi libido –energía vital– con la sanación, la recuperación, superar mis patologías mentales, lo cual me permitiría llevar una vida productiva y eso me daría la posibilidad de vivir en plenitud.

Pienso mucho en médicos psiquiatras que me hicieron daño, comenzando en 1990 (yo contaba con 26 años de edad) y terminando 16 años más tarde, cuando murió trágicamente mi hermana menor. Esos individuos fueron verdaderos delincuentes; no solamente no me ayudaron a comprender mi problemática para así poder enfrentarla, sino que intentaron causarme el mayor daño posible. Uno de ellos ya murió, de los otros dos no sé mucho, pero siento que debo escribir esa historia, titulándola Mi Experiencia con la Psiquiatría. Me ocuparé de ello en los días que vienen, y la publicaré en la red en forma de blog. No voy a negar que la furia que siento contra esos canallas me motiva a lastimarlos, pero procuraré evitar hacer eso, relatando las experiencias sin usar palabras ofensivas, epítetos; limitándome a narrar las vivencias reflejando de la manera más clara posible la perversidad con que esos médicos se condujeron, con intención de causar un sufrimiento psíquico que provocara mi destrucción. Esos tres individuos perversos hicieron equipo con mis padres, independientemente de que tuvieran o no conciencia de ello.

Lo mismo haré en lo referente a ese empleo al que ingresé el día que cumplí 51 años de edad —habiendo perdido muchos años antes la esperanza de contar con una actividad laboral que me procurara un ingreso digno— en el que me desempeñé durante seis años y tres meses, y perdí porque un individuo que padecía una patología narcisista (muy probablemente un psicópata) me acosó laboralmente y una serie de circunstancias complicó las cosas al extremo. En el asunto, se amalgamaron elementos de destructividad como el narcisismo patológico de ese mal individuo, la ambición de la persona que lo protegía (una mujer, que había secuestrado a la empresa y valiéndose del poder con que contaba, obligaba a un buen número de sus subalternos a participar en la comisión de delitos en el desarrollo de productos farmacéuticos); la nubecilla de maricas (monos voladores) que participaban en el acoso laboral orquestado por su líder, el Delincuente Narcisista; y las autoridades de la empresa, el personal de recursos humanos (también sometido al yugo de la delincuente que tenía secuestrada a la compañía), que hicieron lo más opuesto a lo que sería su trabajo. El individuo que ocupaba la jefatura de servicios médicos (una persona muy dañina) hizo una enorme contribución para que se consumara una injusticia muy grande —mi despido injustificado, un despojo— no solamente como manifestación de su inmensa cobardía, sino también motivado por su debilidad extrema, su impotencia vital.

Quisiera pensar que superar este trance difícil, este bloqueo de mis facultades intelectuales cuyo origen es el estrés postraumático que he padecido durante más de dos años (27 meses) me permitirá iniciar la transición de escribidor a escritor.

A riesgo de sonar pedante, o tal vez incluso causar la impresión de que me estoy saliendo de la realidad (delirios de grandeza), debo decir que cuento con un talento para la escritura, y lo que parecería un hándicap (mi grave patología mental) podría ser lo contrario (un recurso potente) al realizar una actividad creativa. Podría valerme de un mecanismo de defensa positivo, la sublimación, para dar cauce a la furia con la que vivo, a la necesidad —a mi parecer comprensible, y por lo tanto justificada— de violentar y lastimar a personas que me hicieron daño, expresando a la vez ideas (sugerencias) a quien haga el favor de leer mi prosa, para evitar la enfermedad mental o para superarla.

Hoy podría comenzar mi sanación



 






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