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Traducción de una Cita de Chomsky, tomado de la red social X (antes Twitter)

 


Los jesuitas fueron asesinados por el Batallón Atlácatl, una unidad de élite creada, entrenada y equipada por los Estados Unidos. Fue formada en marzo de 1981, cuando quince especialistas en contrainsurgencia fueron enviados a El Salvador desde la Escuela de Fuerzas Especiales del Ejército de los Estados Unidos. Desde el principio, el Batallón fue a destinado a la comisión de asesinatos en masa. Un entrenador describió a sus soldados como “particularmente violentos… Tuvimos serias dificultades para enseñarles a hacer prisioneros en lugar de cortarles las orejas”.

En diciembre de 1981, el Batallón tomó parte en una operación en la que más de mil civiles fueron asesinados en una orgía de homicidios, violaciones e incendios provocados. Más tarde, fue involucrado en el bombardeo de villas y en los asesinatos de cientos de civiles mediante disparos, ahogamientos y otros métodos. La gran mayoría de las víctimas fueron mujeres, niños y personas de edad avanzada.

El Batallón Atlácatl había sido entrenado por las Fuerzas Especiales de Estados Unidos poco antes de asesinar a los jesuitas. Este había sido el patrón durante la existencia del Batallón --- algunas de sus peores masacres ocurrieron poco después del entrenamiento de EEUU.

En la “democracia naciente” que era El Salvador, adolescentes de una edad tan temprana como 13 años fueron reclutados durante recorridos rápidos por barrios bajos y campos de refugiados y fueron forzados a convertirse en soldados. Fueron adoctrinados con rituales tomados de los SS nazis, incluyendo prácticas de brutalidad extrema y violación, preparándolos así para realizar ejecuciones que frecuentemente presentaban matices satánicos.

La naturaleza del entrenamiento del ejército salvadoreño fue descrita por un desertor que recibió asilo político en Texas en 1990, a pesar de los requerimientos del Departamento de Estado de que fuera enviado de regreso a El Salvador. (Su nombre fue omitido por la corte para protegerlo de los escuadrones de la muerte de El Salvador).

De acuerdo con este desertor, los reclutas debían matar perros y buitres mordiendo sus cuellos y torciendo sus cabezas para romper sus cuellos; y además los hacían contemplar a soldados mientras torturaban y mataban a sospechosos de disidencia – desprendiéndoles las uñas, decapitándolos, descuartizándolos y divirtiéndose al jugar con los brazos desprendidos.









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