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Teorías de la Personalidad, Duane Schultz. Erich Fromm, mecanismos de evasión

 


Fromm nos dice que existen básicamente dos aproximaciones que podemos tomar en nuestro intento por encontrar sentido y pertenencia en la vida.

El primer método, lograr la libertad positiva, incluye intentar reunirse con otras personas sin, al mismo tiempo, renunciar a nuestra libertad e integridad. En esta aproximación optimista y altruista, Fromm nos visualiza relacionándonos con otras personas mediante trabajo y amor—mediante la expresión sincera y abierta de nuestras capacidades emocionales e intelectuales. En esta clase de sociedad, a la que Fromm llama humanista, ninguna persona se sentiría en soledad ni insignificante, porque todos seríamos hermanos.

La otra manera de recuperar la seguridad es renunciando a la libertad y deshaciéndonos totalmente de nuestra individualidad y nuestra integridad. Obviamente, tal solución no nos conducirá a la autoexpresión ni al desarrollo personal. Sin embargo, sí suprime la ansiedad que conllevan la soledad y la insignificancia y eso explica, de acuerdo con Fromm, porqué tantas personas se muestran dispuestas a aceptar un sistema totalitario tal como el régimen nazi de la década de los años 1930s.

Adicionalmente a estas aproximaciones generales para la recuperación de la seguridad perdida, Fromm postula mecanismos de evasión específicos—“mecanismos psíquicos— que él considera son análogos a los rasgos del carácter neurótico de Horney.

El primer mecanismo, autoritarismo, se manifiesta a sí mismo como tendencias masoquistas o sádicas. Individuos descritos como masoquistas se consideran a sí mismos inferiores o inadecuados. A la vez que se quejan de estos sentimientos y dicen que quisieran deshacerse de ellos, en realidad sienten una fuerte necesidad de dependencia, ya sea a una persona o a una institución. Se someten voluntariamente al control de otras personas o de fuerzas sociales para mostrar comportamientos de debilidad e indefensión ante otras personas. Obtienen seguridad mediante estos actos de sometimiento y así alivian sus sentimientos de soledad.

La tendencia sádica, aunque es opuesta a la masoquista, es hallada en la misma clase de persona, afirmaba Fromm. Representa, básicamente, una necesidad de ejercer poder sobre otros. Son tres las modalidades en que las tendencias sádicas pueden ser expresadas. En una, la persona convierte a otras personas en seres totalmente dependientes de ella para tener un poder absoluto sobre ellas. Una segunda expresión sádica va más allá de dominar o someter a otros. Involucra explotar a otras personas despojándolas de o usando aquello que ellas poseen que resulta deseable—ya sean objetos materiales o cualidades intelectuales o emocionales. La tercera forma de expresión sádica involucra el deseo de ver a otros sufrir y ser la causa de ese sufrimiento. Mientras que el sufrimiento podría involucrar dolor físico real, más frecuentemente involucra sufrimiento emocional, tal como humillación o vergüenza.

Fromm llama destructividad al segundo mecanismo de evasión, que es lo opuesto al autoritarismo. Mientras que el primer mecanismo, ya sea en su expresión sádica o masoquista, involucra alguna forma de interacción continua con un objeto, la destructividad tiene como objetivo la eliminación del objeto. Una persona destructiva se dice a sí misma, en efecto: “Puedo escapar al sentimiento de mi propia impotencia que se manifiesta cuando me comparo con el mundo exterior a mí mismo, mediante la destrucción de ese mundo”. Fromm percibió la evidencia de destructividad, aunque disfrazada o racionalizada, por todas partes alrededor del mundo. Efectivamente, Fromm sentía que virtualmente todo era usado como una racionalización para la destructividad, incluyendo el amor, el deber, la conciencia y el patriotismo.

 El tercer mecanismo de evasión, descrito por Fromm como el que cuenta con el significado social más importante, es la conformidad autómata. Mediante este mecanismo, una persona disminuye su soledad y su aislamiento al suprimir todas las diferencias entre sí misma y las otras personas. Logra eso al convertirse en un ser idéntico a todos los demás, aceptando la conformidad incondicional con las reglas que controlan el comportamiento. Fromm comparó este mecanismo con la coloración protectora de ciertos animales. Haciéndose indistinguibles de su entorno, los animales se protegen a sí mismos. Eso sucede con los seres humanos que se vuelven conformes en su totalidad.

Esas personas consiguen temporalmente la seguridad y el sentimiento de pertenencia que necesitan desesperadamente, al precio del yo. Quien se vuelve conforme con otros en su totalidad ya no cuenta con un yo; ya no existe el “yo”, como distintivo de “ellos”. La persona se convierte en “ellos” y un falso yo reemplaza al yo genuino. Y esta pérdida del yo, la rendición del “yo”, puede dejar a la persona en peor condición que en la que se encontró antes. El individuo se encuentra ahora agobiado por nuevas dudas e inseguridades. Ya no cuenta con una identidad de su yo, un yo genuino, la persona no es más que una respuesta de reflejo a lo que otros esperan de ella. La nueva identidad, falsa, puede ser obtenida y mantenida solamente mediante la conformidad constante. No debe haber relajamiento, deslizamientos; la aprobación y el reconocimiento de otras personas se perderían si el individuo hiciera algo que implicara una variante de las normas y los valores.

Hemos visto hasta ahora la naturaleza básica de los seres humanos como es conceptualizada por Fromm. Habiendo sido formada histórica y socialmente, debemos conseguir un equilibrio entre libertad y seguridad de modo que podamos formar un yo sin experimentar soledad y alienación. Este estado ideal no ha sido logrado hasta la fecha.

Pero la teoría de la personalidad de Fromm es más que mecanismos para escapar a la libertad. Existen aspectos adicionales de la personalidad que dan como resultado el orden social en el cual vivimos y nuestros intentos por lidiar con él. Para comprender estos factores, debemos analizar el desarrollo del individuo, tal como hemos analizado el desarrollo histórico de la humanidad.


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