Fromm propuso que los rasgos de
carácter subrayan todo el comportamiento y constituyen fuerzas potentes
mediante las cuales una persona se relaciona o se orienta a sí mismo en el
mundo. Describe los rasgos en términos separados, pero se muestra cuidadoso al
hacer notar que la personalidad o carácter de un individuo es una mezcla de algunos
de estos rasgos, aunque uno generalmente juega un papel dominante.
Los rasgos son
divididos en tipos no productivos y productivos. Rasgos no productivos incluyen
las orientaciones receptiva, explotadora, acumuladora y orientada a la
comercialización.
Individuos con orientaciones receptivas esperan obtener
lo que deseen —trátese de amor, conocimiento o placer—de una fuente
exterior—otra persona, una autoridad, o un sistema. Son receptores en sus
relaciones con otros, necesitando ser amados más que dar amor y tomando más que
creando ideas o conocimiento.
Obviamente, tales
personas se muestran altamente dependientes de otras y cuando se quedan solas,
son dominadas por parálisis; se sienten incapaces de hacer nada sin ayuda del
exterior. Existe una similitud entre esta orientación y el tipo de
incorporación oral de Freud, la orientación receptiva encuentra también alivio
al comer y beber. La clase de sociedad que fomenta este rasgo es una en la que
la explotación de un grupo por otro (por ejemplo, del esclavo por su amo) es
practicada.
En la orientación de explotación, la persona
también se dirige a otros motivada por lo que ella desea. Sin embargo, en lugar
de esperar recibir de otros, estas personas toman de ellos, ya sea mediante el
uso de la fuerza o de la astucia. De hecho, si algo les es dado, es considerado
carente de todo valor. Desean solamente aquello que pertenece y es valorado por
otros: cónyuges, ideas, posesiones, etc. Lo que es robado o despojado mediante
el uso de la fuerza tiene un valor mucho mayor que aquello que es dado a cambio
de nada. Este rasgo es similar al tipo oral agresivo de Freud y puede ser
observado en barones ladrones, líderes fascistas, o personas dominantes en
cualquier entorno.
Como lo indica su
nombre, en la orientación acumuladora
la persona deriva su seguridad de la cantidad que puede acumular y ahorrar.
Este comportamiento miserable aplica no solamente a dinero y posesiones
materiales, sino también a emociones y pensamientos. En un sentido, tales
personas construyen muros a su alrededor y se colocan en ese lugar, rodeados de
todo lo que han acumulado, protegidos de intromisión exterior dejando fuera tan
poco como sea posible. Existe un paralelismo obvio entre esto y el tipo anal
retentivo de Freud.
Fromm dijo que esta
clase de orientación era particularmente común en los siglos XVIII y XIX en
países de economías estables de clase media caracterizadas por la ética
puritana de austeridad, conservadurismo y prácticas sobrias de negocios.
La orientación de comercialización es un
fenómeno del siglo XX característico de las sociedades capitalistas,
particularmente los Estados Unidos. En una cultura de comercialización basada
en bienes de consumo, argumentaba Fromm, el éxito o el fracaso de las personas
depende de que tan bien se venden a sí mismas. El conjunto de valores es el
mismo para las personalidades que para los bienes de consumo; así, la
personalidad del individuo se convierte en un bien de consumo que se ofrece en
venta. Así, no son las cualidades personales, habilidades, conocimiento o integridad
lo que cuenta, sino qué tan atractiva resulta la presentación del producto.
Tal presentación
no puede brindar ningún sentimiento de seguridad, porque la persona carece de
una capacidad genuina para relacionarse con otros. De hecho, si el juego es
practicado durante un periodo de tiempo prolongado, deja de existir incluso una
capacidad de relación con, o una conciencia de lo que es el yo. El papel de
producto que el individuo es obligado a jugar obscurece totalmente sus
cualidades y características verdaderas, no solo ante otros sino ante la
persona misma. Como resultado, tales personas se encuentran en un estado de
enajenación total, sin un núcleo o centro personal y sin una relación real con
quienes les rodean.
El quinto tipo de
carácter de Fromm, la orientación
productiva, es la ideal y representa el objetivo más depurado en el
desarrollo humano. Al cubrir todos los aspectos de la experiencia humana, este
concepto asume nuestra capacidad para usar todas nuestras facultades y lograr o
realizar todas nuestras potencialidades. Fromm no define productividad como
sinónimo de creatividad en un sentido exclusivamente artístico. La orientación
productiva es una actitud que puede ser lograda por todos los seres humanos.
Tiene como su objetivo principal no la adquisición de bienes materiales, sino
el desarrollo de nosotros mismos.
Fromm cree que
esta orientación es la condición ideal de la humanidad, aunque todavía no
caracteriza a ninguna sociedad. En realidad, Fromm siente que no ha sido
conseguida totalmente por nadie. Lo mejor que podemos lograr —al menos con
nuestra estructura social actual—es una combinación de las orientaciones
productiva y no productiva. La influencia de la orientación productiva puede
transformar los rasgos no productivos. Por ejemplo, guiada por la
productividad, la agresividad del tipo explotador puede ser convertida en
iniciativa; la miseria del tipo acumulador puede convertirse en una economía
sólida, y así. Solamente mediante cambio social puede convertirse en dominante
la orientación productiva en cualquier cultura.
En años recientes,
Fromm introdujo un par de orientaciones nuevas: necrófila y biófila. El tipo de
carácter necrófilo se siente atraído
por la muerte—por cadáveres, decadencia, heces y suciedad. Tales personas
parecen cobrar vida al hablar de muerte, funerales o enfermedad. Esta persona permanece
en el pasado, se siente fascinada por el poder y la fuerza, y atraída por la
oscuridad y por la noche.
La orientación
opuesta, el tipo biófilo, se siente
fascinado con la vida. Lucha contra la muerte, la oscuridad y la decadencia.
Esta actitud es congruente con la orientación productiva; tal persona se ocupa
del crecimiento y el desarrollo de sí mismo y de otros.
Igual que con
otras orientaciones, formas puras de estos rasgos son poco comunes. La mayoría
de las personalidades representan una combinación de las dos, con una
orientación siendo la dominante.

Comentarios
Publicar un comentario