A lo largo de nuestro análisis de
Fromm, hemos visto el papel prominente que él concede a la cultura en cuanto a
dar forma a la personalidad. También hace notar que, para que cualquier
sociedad pueda funcionar adecuadamente, es imperativo que la personalidad o el
carácter de las personas sea moldeado para satisfacer las exigencias de la
sociedad. En otras palabras, los individuos deben ser capacitados en la
infancia para comportarse de maneras que satisfagan las necesidades de la
sociedad. Una sociedad feudal o fascista debe dar forma a su población para que
sea pasiva y sumisa, por ejemplo. Quienes viven en una sociedad capitalista
orientada a los bienes de consumo deben ser formadas para consumir—para comprar
mercancías y dispositivos que la sociedad produce y reemplazarlos por otros
nuevos al cabo de un tiempo breve.
Todas las
sociedades, a lo largo de la historia, han frustrado a las poblaciones al
establecer exigencias que son la antítesis de la naturaleza humana. Fromm
siente que cualquier sociedad que no satisfaga las necesidades básicas de sus
habitantes está enferma y debe ser reemplazada, y conserva el optimismo sobre
la posibilidad de dar forma a una sociedad que permitirá que sus habitantes
alcancen su nivel óptimo de desarrollo.
Fromm llama a esta
sociedad ideal socialismo humanista
comunitario y lo describe como un mundo en el que el amor, la hermandad y
la solidaridad caracterizan todas las relaciones humanas, en las cuales la
orientación productiva cuenta con las condiciones para ser desarrollada en la
mayor medida posible, en la cual todos los sentimientos de soledad,
insignificancia y alienación desaparecen. El futuro de la civilización, declara
Fromm, depende de qué tan bien y qué tan rápidamente pueda ser desarrollada una
sociedad de ese tipo.

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