No
fue necesario explicar a la administración Reagan las doctrinas del
“capitalismo de libre mercado realmente existentes”. Esas personas se habían
convertido en los mayores virtuosos de ese arte, proclamando las glorias del
mercado a quienes vivían en pobreza mientras se jactaban ante el mundo de los
negocios de que Reagan había “aportado un mayor alivio ante las importaciones a
la industria estadounidense que todos sus predecesores en más de medio siglo”
—lo cual resulta demasiado modesto; superó a todos sus predecesores en su
conjunto, al “presidir el mayor viraje hacia el proteccionismo desde la década
de los años 1930s”, comentó Foreign
Affairs en una revisión de la década. Sin estas y otras medidas extremas de
interferencia de mercado, parece dudoso que la industria automotriz, de
herramientas máquina, o de semiconductores habría sobrevivido a la competición
japonesa, o habría sido capaz de abrirse camino hacia las tecnologías
emergentes, lo cual habría dado lugar a consecuencias económicas de
consideración. La experiencia ilustra una vez más que “la sabiduría
convencional” está “plagada de orificios”, apunta otra revisión del registro
Reagan en Foreign Affairs. Pero la
sabiduría convencional conserva sus virtudes como un arma ideológica para
disciplinar a los indefensos.
Estados
Unidos y Japón han anunciado nuevos programas gubernamentales de gran magnitud
para financiar tecnologías avanzadas (aeronaves y semiconductores,
respectivamente) para apoyar al sector industrial privado con subsidios
públicos.
Para
ilustrar la “teoría de libre mercado que en realidad existe” (la verdadera teoría
de libre mercado) con una medida diferente, un estudio extenso de corporaciones
transnacionales (TNCs) de Winfried Ruigrock y Rob van Tulder encontró que
“virtualmente todas las firmas núcleo han experimentado una influencia decisiva
de políticas gubernamentales y / o barreras comerciales en su estrategia y en
su posición competitiva” y “al menos veinte compañías que aparecieron en
Fortune 100 en 1993 no habrían sobrevivido en absoluto como compañías
independientes, de no haber sido rescatadas por sus respectivos gobiernos”
convirtiendo las pérdidas en deuda pública o siendo manejadas por el estado
cuando se hallaron en problemas. Una es la generadora líder de empleos en el
distrito profundamente conservador de Gingrich, Lockheed, a la que se le salvó
del colapso mediante enormes préstamos de garantías gubernamentales. El mismo
estudio señala que la intervención del gobierno, que ha sido “durante los dos
siglos pasados ha sido la regla más que la excepción… ha jugado un papel clave
en el desarrollo y difusión de muchas innovaciones de productos y procesos
—particularmente en tecnologías aeroespacial, electrónica, agricultura moderna,
tecnología de materiales, energía y de transporte”, así como tecnologías de
información y telecomunicaciones generalmente (la Internet y la World Wide Web
son ejemplos recientes muy representativos), y en épocas pasadas, textiles y
acero, y por supuesto, energía. Las políticas gubernamentales “han sido una
fuerza abrumadora al dar forma a estrategias y competitividad de las firmas más
grandes en el mundo”. Otros estudios técnicos confirman estas conclusiones.
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