Esto nos lleva a
otro rasgo importante de la historia moderna. La doctrina de libre mercado
presenta dos variedades. La primera es la doctrina oficial que se impone a los
indefensos. La segunda es lo que podríamos llamar “la doctrina de libre mercado
que realmente existe” (la verdadera doctrina de libre mercado): la disciplina
de mercado es buena para ti, pero no para mí, excepto para una ventaja
temporal. Es la “verdadera doctrina de libre mercado” la que ha reinado desde
el siglo XVII, cuando Gran Bretaña emergió como el estado en desarrollo con
mayor avance, con incrementos radicales en fiscalización y actividades
militares del estado, lo cual se convirtió en “el actor con mayor presencia en
la economía” y su expansión global, de acuerdo con el historiador británico
John Brewer.
Gran
Bretaña finalmente asumió el internacionalismo liberal —en 1846, después de 150
años durante los cuales el proteccionismo, la violencia y el poder del estado
la habían colocado muy por delante de todos sus competidores. El cuarenta por
ciento de su producción textil siguió siendo dirigida hacia la India, que era
su colonia, y lo mismo sucedía con las exportaciones británicas en lo general.
El acero británico era mantenido muy lejos de los mercados estadounidenses
mediante la imposición de aranceles muy altos que permitieron a Estados Unidos
desarrollar su propia industria del acero. Pero la India y otras colonias
seguían estando a su disposición, lo cual no cambió cuando por sus altos
precios el acero británico quedó fuera de los mercados internacionales. La
India es un caso ilustrativo; hacia finales del siglo XVIII su producción de
hierro era tan alta como el de toda Europa en su conjunto, y los ingenieros
británicos estudiaban técnicas indias de fabricación más avanzadas de acero en
1820 para intentar salvar la brecha”. Bombay producía locomotoras a niveles
competitivos cuando comenzó el auge de los ferrocarriles. Pero la doctrina de
libre mercado que realmente existía destruyó estos sectores de la industria
india igual que había destruido la textil, la de construcción de embarcaciones
y otras industrias avanzadas para las normas de la época. Estados Unidos y Japón,
en contraste, habían escapado al control europeo y eso les permitió adoptar el
modelo británico de interferencia de mercado.
Cuando
la competencia japonesa resultó demasiado difícil de manejar, Inglaterra dio
por terminado el juego: se cerró el imperio de forma efectiva a las
exportaciones japonesas, parte del trasfondo de la Segunda Guerra Mundial. Los
fabricantes indios pidieron protección simultáneamente —pero contra Inglaterra,
no contra Japón. No hubo suerte, bajo la doctrina de libre mercado que en
realidad existe.
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