Es
ese el meollo del asunto. Las “malas ideas” podrían no servir a los “objetivos
planteados”, pero típicamente resultan ser muy buenas ideas para sus principales diseñadores. Se han dado muchos
experimentos en desarrollos económicos en la era moderna, con regularidades que
resultan difíciles de ignorar. Una es que los diseñadores tienden a obtener
grandes beneficios, aunque los sujetos del experimento frecuentemente se llevan
una golpiza.
El
primer experimento de importancia mayor fue llevado a cabo hace casi doscientos
años, cuando los gobernantes británicos en la India instituyeron el
“Asentamiento Permanente”, que conduciría a grandes logros. Los resultados
fueron evaluados cuarenta años más tarde por una comisión oficial, que concluyó
que “el asentamiento ideado con gran cuidado y deliberación, desafortunadamente
ha sometido a las clases más bajas a la opresión más lesiva” dejando tras de sí
una miseria que “difícilmente encuentra un paralelo en la historia del
comercio”, mientras “los huesos de los tejedores de algodón blanquean las
planicies de la India”.
Pero
el experimento difícilmente puede ser descartado, tachado como fracaso. El gobernador
general británico observó que el “Asentamiento Permanente”, aunque fracasó en
muchos aspectos y en los puntos esenciales más importantes, tiene como gran
logro haber creado un grupo numeroso de propietarios de tierras muy interesado
en la continuación del Dominio Británico, que cuenta con un control total de
las masas”. Otra ventaja fue que los inversionistas británicos se hicieron de
enormes riquezas. La India financió también el cuarenta por ciento del déficit
comercial de Gran Bretaña al brindar un mercado protegido para sus
exportaciones de manufactura; trabajadores bajo contrato para posesiones
británicas, que reemplazaban a las anteriores poblaciones de esclavos; y el
opio, que era la médula de las exportaciones británicas a China. El comercio de
opio había sido impuesto a China mediante el uso de la fuerza, no mediante las
operaciones de “libre mercado”, así como los sagrados principios del “libre
mercado” fueron ignorados cuando el opio fue prohibido en Inglaterra.
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