Viernes, cansancio físico intenso, debido principalmente al esfuerzo
realizado durante las primeras horas del día, recorrido en bicicleta que
involucró un esfuerzo muscular y cardiopulmonar considerable.
Dolor psíquico también, profunda tristeza,
desesperanza. ¿La razón?
Celia, bella psicoanalista; la mujer más hermosa del
mundo. No está en mi vida y eso es definitivo. Ese sufrimiento es intenso, pero
amainará paulatinamente y conforme avance en mis nuevos proyectos, aparecerá
alguien en mi vida, una bella mujer que se unirá su existencia a la mía y juntos
seremos capaces de vivir en plenitud.
Salí a caminar con la Clara, mi linda perrita, poco
antes de la media noche. Calles mal iluminadas, bajas temperaturas. Acababa de
tomar un baño con agua fría, lo cual elevó mis niveles de energía, pero seguí
sintiendo cansancio muscular severo, sobre todo en mis piernas. Cobré
conciencia de que muchas personas sufren muchísimo; pensé entonces —visualicé
en mi mente imágenes de personas bajo los efectos de clorhidrato de fentanilo,
heroína, etc.— y eso me permitió internalizar la conciencia de que la vida es
difícil, nuestra existencia es difícil y frecuentemente el sufrimiento es muy
intenso.
El dolor muscular y óseo (intensidad del cansancio) en
combinación con el dolor psíquico (tristeza, desesperanza) son parte del precio
que hay que pagar cuando se elige asumir una postura de valor ante la vida.
Así, el individuo es capaz de avanzar por la senda correcta. Hacer lo contario,
evadirse de una realidad difícil conduce a la derrota más absoluta, a una
catástrofe y a un final horrible, imposible de evitar; conduce a un sufrimiento
mucho mayor.
Lo expresado en estos párrafos tiene que ver con mi
historia de vida, y con lo que he aprendido leyendo sobre psicoanálisis,
específicamente a Erich Fromm. Libros como el
corazón del hombre, anatomía de la
destructividad humana, tener o ser
y el miedo a la libertad.
La práctica de un deporte como el ciclismo involucra
técnica al pedalear, motricidad, coordinación, esfuerzo que pone en movimiento
los músculos más potentes del cuerpo humano (los músculos de las piernas) y eso
eleva al máximo el esfuerzo cardiopulmonar. Este tipo de disciplina fortalece
el organismo y a la vez el carácter del individuo, cultivando el auto-respeto y
el amarse a sí mismo al amalgamar la actividad con otras prácticas de higiene
adecuadas, como la buena nutrición.
El interés en la cultura y el conocimiento, la lectura
de obras literarias, historia, filosofía, elevan nuestra calidad de vida, lo
cual frecuentemente no tiene mucho qué ver con economía, dinero, pero sí
enriquece nuestras vidas.
Ningún ser humano debería vivir sin actividad física
frecuente, cotidiana. Tampoco debería vivir sin actividad intelectual
frecuente, también cotidiana. La combinación de estos elementos, la cercanía
con la naturaleza, conexión con otros individuos, capacidad para sentir empatía
y solidaridad, trabajo creativo, independencia, amor, derivan en biofilia, amor
a la vida.
La triste realidad es que pocas personas se fortalecen
asumiendo estilos de vida congruentes con eso, el amor a la vida. En lugar de
ello, evitan conocerse a sí mismas, asumir su individualidad; así buscan
escapar de la soledad y el aislamiento que ese autoconocimiento y postura de
individualidad conllevan. Al hacer tal cosa, se deforman a sí mismas, se
automutilan y asumen estilos de vida muy destructivos. Lo que sí consiguen es
escapar de la libertad, como postula Erich Fromm.
Una mala apariencia física no es otra cosa que la
imagen de un ente que renunció a su humanidad, eligió convertirse en un
autómata sin alma, destruye su organismo mediante la ingesta cotidiana de
alimentos y bebidas altamente tóxicos, suprime todo lo que es natural, optando
por todo lo que es sintético y artificial; asume una postura necrófila, el
culto (amor) a la muerte.
Ese tipo de personas desearían un mundo de concreto,
metal y vidrio. Consideran a los árboles y todo tipo de vegetación seres
monstruosos, generadores de basura y suciedad, que en todo caso deberían
hallarse en la lejanía, en el campo, en los bosques.
Los necrófilos (adoradores de la muerte) rinden culto
a las máquinas, al automotor (que no es otra cosa que un símbolo fálico) y su
vida está dominada por la tristeza, la ansiedad y una angustia que producen
desesperación y conducen a un final violento y trágico, una tumba prematura.
Esto es mucho más común de lo que se cree y pocas
personas son capaces de percibirlo.
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