Despedirme una vez más, sin decir adiós

 


Bella psicoanalista:

No volveré a comunicarme contigo de ninguna manera, ya me había despedido de ti en dos ocasiones. La primera vez, en enero de 2023, la segunda, un año más tarde, en fecha muy reciente.

No sé por qué me proporcionaste una dirección de correo electrónico del lugar donde trabajas, en lugar de darme una dirección de e-mail personal. Me he dado cuenta de que servidores públicos han propagado información sobre mí, violando una ley de protección de datos personales, usando como pretexto el argumento de que soy un individuo peligroso, y demás sandeces.

Revisando archivos de todo tipo (texto e imagen) guardados hace años en discos compactos (CD), encontré imágenes formato jpg de una mujer indecente que hace 15 años, durante el año 2008, cometió faltas gravísimas en el ejercicio de su profesión en el servicio público. Esa tipa aparece en varias imágenes en compañía de individuos que fueron compañeros de escuela en una institución educativa particular, y uno de sus excompañeros es un vecino que vive a unos metros de mi vivienda.

Ese es uno de los ratones emasculados y cobardes que han violado la ley para adjudicarme el calificativo de hombre peligroso. Percatarme de eso me hizo sentir mal, pero me había dado cuenta (habiendo sospechado eso durante un tiempo indeterminado, no menor a un año) de que también tiene un lado bueno, pues otras personas en las cercanías, habiendo escuchado eso que se dice de mí, tendrán cuidado antes de meterse conmigo.

Usando ese tipo de servicios de atención psicológica vía telefónica, me he dado cuenta de que las psicólogas que me han atendido (evito hablar con psicólogos, género masculino porque con ellos la posibilidad de conflicto es alta), saben quién soy. Esto me lleva a sospechar que en esa institución de salud pública donde una psicóloga cometió esas faltas graves que me afectaron en gran medida e incluso pusieron en riesgo mi integridad y mi vida, han violado esa ley de protección de datos personales, enviando información sobre mí a diversos lugares que ofrecen ese tipo de servicios (asesoría vía telefónica) para advertirles que se las están viendo con un psicópata, o quién sabe qué disparate.

Tal vez por ello, tú me proporcionaste una dirección de correo electrónico de la asociación civil en la que trabajas, en lugar de una personal.

¿Serías capaz de hacer algo así, joven psicoanalista? El asunto no me inquieta más de la cuenta, pues sé bien que no tengo de qué preocuparme porque jamás he violado la ley, y por tanto, nada que yo haya hecho es susceptible de ser sancionado. No sé si tenga caso decirte que no soy un hombre peligroso; lo que sucede es que no soy inofensivo.

El incidente, percatarme de que ese vecino (patético y bastante cobarde) violó la ley (siendo también un servidor público) y tiene una edad muy cercana a la de la psicóloga delincuente, inmoral e indecente, contribuyó de manera importante a superar el sufrimiento que implica decirte adiós.

Extrañamente ya no siento esa tristeza ni desesperanza. Espero que esto no cambie.

Ya me había despedido de ti, sin decirte adiós   





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