Buscar la respuesta a una interrogante, ¿qué es una
neurosis, cuál es su origen, cómo se manifiesta? Vivo en una cultura (eso
parece un término contradictorio, la palabra “cultura”) en la que el habitante
común cuenta con un nivel intelectual paupérrimo. No es mi caso; he pasado mi
vida leyendo, me convertí en un autodidacta para poder aprender muchas cosas y
mi nivel intelectual es muy aceptable.
¿Por qué esa interrogante? Muy
adentrado en la edad madura -de hecho, cerca de la tercera edad- cuento por
primera vez en mi vida con una panorámica sobre mi historia, la adversidad que
me vi obligado a enfrentar, etc.
Leyendo a Erich Fromm (al que
tengo en un pedestal), encuentro en los primeros capítulos de El miedo a la libertad, argumentos de
Sigmund Freud, en que afirmaba que el ser humano es antisocial por naturaleza,
y para poder vivir en sociedad, es necesario que reprima muchos de sus impulsos
que por su naturaleza dificultarían la convivencia o provocarían daño
considerable. Luego entonces, la represión es necesaria –en muchos casos- pero
ciertos tipos de represión no son necesarios, no se justifican, y resultan
lesivos para el individuo.
Esa represión ocurre
principalmente durante la infancia, que es cuando se forma el carácter. Expreso
estas ideas de manera muy general, solamente para que se entienda a lo que
quiero llegar.
Mi padre fue un psicópata
(algo que he confirmado durante los últimos meses), y algún tipo de patología
en mi madre, potencializó su destructividad. Ella no identificaba el carácter
destructivo de su cónyuge, y sus reacciones (de mi madre) ante situaciones
adversas, parecían no tener sentido; muchas veces resultaban incomprensibles.
Para clarificar estas ideas debo decir que cuando a una persona le ocurría algo
poco afortunado, por ejemplo, tropezar al caminar, ella se enfurecía, como si
fuera incapaz de comprender que esa persona no se había tropezado con
intención, a propósito. Este ejemplo podría parecer poco importante. Durante mi
infancia, adolescencia, temprana edad adulta, etc., mi padre me atacaba con
saña, sin ninguna razón aparente, sin ninguna justificación, y mi madre no
intervenía; al contrario, se enfurecía y se sumaba a la violencia.
Durante los sucesos más
terribles de mi vida (ocurridos a principios de la década de mis años 30s), mi
madre reaccionó de la peor manera posible y las consecuencias de eso (de
diversa magnitud) dieron a mi padre la oportunidad que había esperado durante
toda mi existencia para intentar aniquilarme; o al menos arruinarme total y
absolutamente.
Al comprender a fondo mi
historia de vida, las causas de la neurosis grave que desarrollé, puedo
identificar de manera clara y objetiva la manifestación de mi sintomatología, y
eso me da la oportunidad de domarla al principio, para posteriormente (al cabo
de un tiempo razonable), suprimirla.
Mi padre era un psicópata,
adolecía de una patología narcisista. Un “amigo” me dio en noviembre de 1997
(yo contaba con 33 años y medio de edad) el primer empleo de toda mi vida, y
dos meses y medio más tarde me lo arrebató. Ese individuo perverso,
maquiavélico y excepcionalmente cobarde era un megalómano. Durante los años que
siguieron, se recrudeció la violencia en que vivía, se presentaron tragedias
(como la muerte de mi hermana menor), se sumaron más personas a los ataques
sistemáticos en mi contra, y otros eventos muy adversos, que me llevaron a
perder la voluntad de vivir, en dos ocasiones.
Ya en la temprana década de
mis años 50s, habiendo perdido la esperanza (solamente esperaba que las cosas
se pusieran demasiado difíciles para quitarme la vida), una serie de eventos
favorables hizo posible que consiguiera un empleo, 17 años después de haber
perdido el primero. Durante el intervalo, había desempeñado labores denigrantes
-trabajar en una tienda de departamentos en temporada navideña, en una tienda
de conveniencia, como operador (eufemismo de la palabra obrero), etc.- y el día
que cumplí 51 años de edad (27 de abril de 2015), ingresé a una empresa
ocupando el puesto de traductor, labor intelectual para mí satisfactoria, me
dio estabilidad económica (que merecía y me había sido negada durante toda mi
vida) y la satisfacción de haberme convertido en un hombre autosuficiente,
llevar una vida productiva.
Acabando de cumplir dos años
de antigüedad en la empresa, en mayo de 2017, sufrí un accidente en mi
bicicleta de carreras, que no fue grave, pero me mantuvo incapacitado durante
seis semanas. Al regresar a mi trabajo, se dio una situación que un mal
compañero (con abundantes antecedentes de acoso laboral) usó como pretexto para
iniciar una guerra en mi contra (encubierta, como el perfecto cobarde que es),
mediante una “campaña de desprestigio” (ese término suena como eufemismo de
difamación de honor, daño moral; lo cual es un delito) y cuatro años más tarde,
perdí mi empleo, igual que todos los empleados a los que ese narciso había
agredido.
Menciono todo esto para
expresar la idea de que, a lo largo de mi vida, me violentaron individuos que
padecían patologías narcisistas; un psicópata, un megalómano, y un individuo
con trastorno narcisista de la personalidad. Hubo otros, pero lo que hicieron
tuvo poca consecuencia y por ello, las mencionaré en el libro como casos de
menor importancia, solamente con propósitos ilustrativos.
Algo importantísimo –que no
será fácil expresar- es que he asimilado un aprendizaje muy importante. Vivo en
una cultura integrada por personas de muy bajo nivel intelectual (de hecho, mi
país es uno de los más analfabetas de todo el mundo), lo cual es bastante
grave, pero se complica aún más por un deterioro en la salud física reflejado
en la mala apariencia de un porcentaje muy alto de su población. Con esto me
refiero a una epidemia de sobrepeso y obesidad, por el alto consumo de bebidas
azucaradas, refresco, refresco negro, y todo tipo de “alimentos”
ultraprocesados, etc.
Hablando de mí (me disculpo si
suena a pedantería), cuento con un cociente intelectual superior al promedio
-que posiblemente es muy bajo, lo que implicaría que una gran parte de la
población apenas rebasa el límite inferior; entiéndase, apenas libra la
deficiencia mental- y por añadidura, presento la apariencia de un hombre
caucásico, de raza blanca (algo que no soy, sino un mestizo). He sido un
deportista durante más de 40 años, he cuidado mi salud, mi alimentación, etc.;
lo cual incluye suprimir el consumo de sacarosa y todo tipo de edulcorantes artificiales,
optando por consumir alimentos sanos y nutritivos. También he sido capaz de
evitar el abuso de sustancias (adicción a alcohol, tabaco, drogas no legales) y
como resultado de los esfuerzos que realicé durante tantos años (durante mi
adolescencia y juventud) para hacerme de una buena formación académica, mi
desempeño laboral ha sido considerado sobresaliente.
Reitero mi disculpa si todo
esto suena a pedantería.
Este conjunto de
características positivas, ha amenazado el narcisismo patológico de otros
individuos (casi siempre del género masculino), lo cual ha dado lugar a lesión
narcisista, seguida de furia narcisista, violencia en forma de acoso y campañas
de desprestigio, etc.
Creo que no soy nada del otro
mundo. Soy menos común que muchos hombres, pero sigo siendo un hombre común. Si
los ratones emasculados que me han hecho la guerra hubieran evitado asumir
posturas cobardes ante la vida, se hubieran esforzado por convertir sus
debilidades en fortalezas, no habrían desarrollado un narcisismo patológico, no
se habrían mutilado a sí mismos, y habrían evitado convertirse en personas
dañinas, destructivas; alimañas cobardes, despreciables.
En el libro que pronto comenzaré
a escribir, plantearé propuestas para enfrentar situaciones de violencia ante
individuos narcisistas, pero lo más importante será proponer estrategias para
evitar la enfermedad mental, o para superarla si ya se vive con ella.
Hay algo análogo con la salud
física, en que se pueden evitar muchas enfermedades, y si ya se padecen, se
pueden curar o al menos disminuir sus efectos, optando por prácticas
saludables, sin necesidad de atención médica (o con una atención médica mínima)
y sin fármacos.
Esa es la intención de
escribir
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